Comentario
El pequeño Bilbao medieval se convierte, entre los siglos XV y XVI, en el centro más dinámico del Señorío de Bizkaia, beneficiado especialmente por su actividad marinera, astillera, siderúrgica y mercantil. Esta pujanza tendrá su reflejo en el año 1511, cuando la reina Juana concede la creación de un Consulado de Comercio y Casa de Contratación propios.
Tan intensa actividad económica, que continúa a lo largo de los siglos siguientes, se traduce en la expansión física de la ciudad, que pronto rebasa las murallas. Este crecimiento se produce por etapas, siendo la más espectacular la producida durante el siglo XIX. En esta centuria se crean la Bolsa de Comercio, el Banco de Bilbao o el Teatro Arriaga, como edificios e instituciones más representativas. El desarrollo económico se apoya en la llegada de los ferrocarriles, la explotación de las minas de hierro, los astilleros y la industrialización de las márgenes de la Ría, que ahora son encauzados a lo largo de sus 14 Kms. hasta su desembocadura en el mar.
Durante las primeras décadas del siglo XX, al desarrollo económico hay que sumar el cultural: las ricas familias desean, al estilo de las grandes capitales como Londres o París, fomentar la cultura y las artes, emprendiendo una provechosa labor de mecenazgo.
La guerra civil (1936-39) afecta de lleno a Bilbao, como a tantas ciudades españolas, dejando un paisaje desolador. La posguerra y la política autárquica del régimen de Franco dibujan una profunda crisis, de la que sólo se empezará a recuperar a partir de la década de los 50. Sin embargo, la profunda depresión económica que comienza en los años 70 hacen de Bilbao una ciudad gris, degradada, presidida por el desempleo y la contaminación, panorama que se extiende hasta finales de los 80. En este proceso de decadencia no ayuda, precisamente, la profunda reconversión de las industrias siderúrgicas y de astilleros.
A partir de los primeros 90 se acomete el Plan de Revitalización del Área del Bilbao Metropolitano, un ambicioso proyecto que pretende sentar las bases de una nueva ciudad. Las viejas fábricas desaparecen, se sanea la Ría, se implantan nuevas áreas empresariales y se acometen obras de infraestructura. El objetivo es hacer de Bilbao una ciudad abierta al Atlántico, capital de las artes y los negocios. Para este fin se cuenta con la colaboración de importantes figuras de la arquitectura mundial, como Frank O. Gehry, Norman Foster, Santiago Calatrava, Cesar Pelli, Federico Soriano o Stirling & Wilford. El resultado son nuevas infraestructuras como la Estación Intermodal, el Metro, el Aeropuerto o el Ensanche de Abandoibarra, así como instalaciones de primer nivel mundial, como el Museo Guggenheim o el Palacio de Congresos y de la Música.